sábado, 6 de septiembre de 2014

Fue la  espiral de sus ojos
la que hipnotizó mis sentidos
y absorbió mi interés en todo
lo que no tuviese que ver con él.

Fue en la depresión de su cuello
donde yo acampé
cuando tenía los pies destrozados
de tanta piedra
que me hizo la zancadilla.

Su respiración,
el terremoto que sacudió
todos y cada uno de mis miedos.

Sus pestañas,
el acantilado
desde donde yo salté
cuando tenté a la muerte
y los demonios vinieron a buscarme.

Fue en el mar de sus ojos
donde yo perdí el timón y el mapa,
cuando hacía un viaje de introspección.

En su espalda yo encontré 
toda una galaxia elíptica,
inexplorada,
con lunares
haciendo el papel
de las estrellas,
y besos
haciendo
de meteoritos.

Joder,
era demasiado bonito
para ser real.

Fueron sus manos
el campo de batalla,
donde las cosquillas y las caricias
se hicieron protagonistas
como veteranos
en guerras del corazón.

La curva de sus labios,
la sonrisa del pecado
que siempre me atrevería a cometer,
aunque la pena fuese
no olvidarte nunca.

Y qué decir de su ombligo,
si fue encontrarme con la muerte,
el pozo donde me dejé caer
cuando me disparó tu indiferencia.

Si me pregúntas
no sé cuando
ni dónde,
pero sí cómo conocí el paisaje
de tu cuerpo...

vuelve a empezar,
amor.